martes, enero 5

Súbito

Vuela tu mente, ave frágil,
bien, bien lejos,
donde ya no sea,
donde ya no duela,
donde ya no importe.

Enciende tu deseo,
solo, libre.
Arde en el fuego tu lujuria,
invade, se contorsiona,
convulsiva
loca, sórdida,
sublime.

Aprende eso,
remite a otra cosa
que quizás no sea.
Conquista tus sentidos
uno por uno,
fluye en tus humores,
chorrea,
te condiciona,
te somete,
te gana
y no te importa.

Tu cuerpo:
una marioneta,
un autómata
un esclavo
sumiso, obediente,
dominado.
Busca, persigue,
desesperado,
en piloto automático.
Encuentra (o no),
no ríe, no llora,
no le importa.

Umbrales,
éxtasis;
más luego
todo se consume
y el deseo también vuela.
Huye, para siempre,
para no volver
o, al menos,
volver siendo otra cosa.

Y nosotros, también, volvemos
al imperio de las cosas corrientes.
Satisfechos. O no.
Pero no arrepentidos.

No hay comentarios: