lunes, junio 27

Hospicio

La tarde amenaza
ciega de pena
contar tu muerte.

El día se aplasta
de a poco, despacio,
contra el hospicio.

Vos tendrás, quizás,
un dormitar lúgubre
de estómagos llenos
en paredes grises
y sueños vibrantes.

O, por qué no, el tiempo
se deje encontrar
y sea, a lo sumo,
una danza eterna
de soles y lunas
guardapolvos blancos
ampollas doradas
destinos ilustres
muy mal negociados
de afuera y de adentro
y ya nadie sabe
cual es el futuro
ni hablar del pasado
teniendo, por cierto,
algunas certezas
de títeres llanos
cabezas vacías
vivir, algún día,
no creo que importe.

Y tus sueños sean
meras pesadillas
o ni siquiera.

Y sigue alumbrando
la tarde
con su blanca luz
de fría incoherencia
las almas sensibles
del hospicio.

domingo, junio 26

Extrañez de Domingo

El domingo me imagina en su silencio
entregado al ocaso de la noche
desde viejas y nuevas soledades
y algún recuerdo terco, agazapado.

Se me ha hecho costumbre últimamente
pretender que la noche nunca cierre,
que el sueño no se imponga,
que el descanso espere,
y la vida, dictadora,
me haga suya.

Se me ha hecho costumbre, desde luego,
desconfiar de las lentas felonías
que la vida del día impone al sueño,
que la rutina hiere
cada tanto, en su descuido,
a los amores.

El domingo, generoso, me regala
la dicha de extrañarte
nuevamente.

martes, junio 21

Hospicio 2

Tiñe de invierno
la clave frágil
de tus lamentos.

Tiñen y queman
su pesadumbre
que ríe y llora.

Su desesperanza,
su herida abierta
tibia, hedionda,
recado de una historia
que sólo vos sabés,
que sólo vos querés,
y que te envuelve siempre
aunque no la contás.

Tiñe y marea
tu soledad inmensa
se perpetúa.

Tiñen y muerden
tus sueños estériles
solemnes, inmunes.

Aunque acá esté
para vos;

aunque así estés
para siempre.