martes, septiembre 6

Tu cabeza

Tu cabeza requiere sus cuidados
aunque acaso prefieras omitirlos
aunque creas perfecto
sólido, absoluto,
su equipo de razones,
conjeturas.

Tu cabeza mendiga cada tanto
una tregua, un diván o un codicilo
que la deje, un poco apenas,
rezongar
y dar razones
otras, claro está,
que las primeras.

Tu cabeza de a ratos desentiende
de pensar su tarea
y te parece
que anda sola, libre,
automática,
que se entrega a la ebriedad de sus humores
se zambulle ciegamente en los oasis
donde goza de sus negras fantasías
se atormenta de celos,
de frenalgias,
hipnotiza su curso hasta el olvido
y se otorga, al final,
una amnistía.

¿Quién puede creer,
acaso,
que todo lo puede
una pobre cabeza
humilde y pequeña
empero, llevando,
tan grande una carga
de ser responsable
de todos los actos
en nombre de un cuerpo
que todo lo quiere
que a todos les sirve
más, quiere servirles,
y todos los días
encuentra su cuna
en colchón de dos plazas
muy solo, a menudo,
mientras su cabeza
apenas descansa
si el cuerpo la deja
cuando no la muerde
cuando no la embriaga
o tantos castigos
si no le responde
si ésta le es ajena?


Tu cabeza requiere ciertamente
su dosis de presentes y licencias
altillos formidables
pasados y futuros
erguidos como muros
para siempre.

Tu cabeza es feliz, en ocasiones,
y con eso sus dulces
consecuencias.

Tu cabeza resopla, lamentable,
cada vez que olvidás
que fue siempre
delicada.