martes, julio 22

¡Qué lindos que fueron esos tiempos que ya no están, y que nunca van a volver!

Es ésto lo que me viene a la cabeza cuando voy a la casa de mi infancia. Un balcón, una biblioteca, un microondas, mis lugares favoritos, la ducha, la tele, el sol a la mañana iluminando de esa forma tan única, los olores, las sillas de pana (recientemente retapizadas), los cuadros, los proyectos. Los que fueron, y los que no fueron.

Parte de mí querría volver a esta casa y quedarse para siempre, así, de chico. Pero sé que no es la casa ni las cosas, sino los momentos, las personas, los que ya no están y los que siguen estando pero no son como eran antes. Y yo, que me extraño, que ya no soy el mismo que vivía acá, dormía en esta cama y miraba a través de esta ventana.

En algún lugar está ese pasado, así sea agarrado a remaches contra nuestras emociones. Está y va a estar ahí para siempre, pulcro, inmutable... solo que nosotros ya no vamos a poder ser parte. A veces me gustaría estar de vuelta, aunque sea por unos minutitos. Volver.

Y, sin embargo, ¡Qué lindos son los tiempos que corren! Llenos de proyectos, aventuras, emociones, ganas de hacer cosas, incertidumbres. Alegría.

Qué bueno que el tiempo pasa.

Y qué bueno que podamos extrañar un poco.

No hay comentarios: