Tu cuerpo enjuaga
mis lamentos
y vela, como siempre,
pulcro y cálido,
por su suerte
y por la mía.
Tu cuerpo rinde culto
a los pesares agotados en otoño
a la alegría confirmada
a los placeres bacanales
o simplísimos, apenas,
cotidianos
y preciosos.
Tu cuerpo es fiel imagen
y recuerdo
del deseo ofuscado en devenir
inconcluso eterno,
inagotable.
Tu cuerpo arranca poco a poco
sus más austeras confesiones
sus vicios y virtudes
compartidos
cada tanto.
Así labramos
Vos y yo
felizmente trenzados
este dulce secreto
de lo Nuestro.